Aquí os dejo el texto extraído de El Diario Montañes del día 6 de Agosto de 2.009, escrito por Luis Sánchez de Movellán de la Riva, miembro de la Sociedad Cántabra de Escritores.
La pasión desbordada de Luis Araquistáin
Daniel Lamberto Luis Araquistáin y Quevedo es una de las más eminentes figuras del pensamiento socialista español y uno de los intelectuales más interesantes y destacados de la llamada Generación del 14 que se caracterizó por su fuerte y apasionada vocación política sin olvidar las excitantes experiencias estéticas de las vanguardias artísticas y literarias del primer tercio del pasado siglo XX, y en especial del llamado período de entreguerras.
El periodista, político y publicista cántabro nació el 18 de junio de 1886 en Bárcena de Pie de Concha en una familia acomodada de propietarios de ascendencia guipuzcoana y barcenesa. Su padre Asensio Araquistáin Aguirre era natural de Elgoibar y su madre María Quevedo Calderón, aunque nacida en Valladolid, era oriunda de Pie de Concha. Araquistáin que no renunciaba a sus orígenes norteños, los utilizaba, sin embargo, de argumento para justificar que el sentimiento patriótico pertenecía a la esfera de lo emotivo, por lo que el amor por la tierra no debía tener nunca implicaciones políticas. Su ejercido cosmopolitismo le llevó a ser fuertemente crítico con los nacionalismos estrechos de miras y apegados al terruño, sin más horizontes que los de la propia y canija identidad.
Intelectual autodidacta y con una capacidad notable para los idiomas fue considerado por su actitud cosmopolita, un hombre de mundo, con cierto espíritu aventurero y con un talento fuera de toda duda. Como publicista, Araquistáin era formalmente mordaz, ecléctico, vehemente y contradictorio. Como en el caso de Maeztu, le caracterizó a lo largo de toda su vida una indudable capacidad para la polémica y para tratar en forma de breve ensayo los temas más diversos. Como Maeztu también Araquistáin tuvo ese "temperamento de guerrillero" que le permitía enfrentarse a la opinión más común en el seno de los medios que frecuentaba.
Tras un fugaz paso por el seminario, ingresó en la Escuela de Naútica de Bilbao que le concedió el título de Piloto en 1904. Poco después emigró a Argentina, donde ejerció los oficios más variopintos, y aunque regresó a España en 1908 con intención de establecerse profesionalmente como escritor y periodista, los avatares vitales, su carácter cosmopolita y una cierta tendencia nómada le tuvieron siempre viajando entre distintos países de ambas orillas del Atlántico.
El periodismo de la primera etapa de Araquistáin fue invariablemente político, incluso aunque escribiera del teatro de Ibsen o de Benavente. Su tono era brillantemente irónico y demostraba una incontenida admiración por la política británica y una obsesión regeneracionista por los "hombres nuevos", aquellos que tenían la obligación moral de "levantar" España. El "primer" Araquistáin parecía un reformista con tintes noventayochistas, admirador del liberal británico Lloyd George, defensor de la democracia y de la causa aliada en la I Guerra Mundial. Este primer Araquistáin ingresará en el PSOE en 1911, junto con conocidos intelectuales como Fernando de los Ríos y Julián Besteiro, y para él el socialismo vendrá a ser una especie de "plus ideológico" añadido al regeneracionismo.
Hasta el momento del advenimiento de la II República lo cierto es que Araquistáin jugó un papel muy escaso en la vida interna y en las disputas ideológicas del PSOE. Incluso habría que recordar que después de haber apoyado fervorosamente la vinculación de su partido con la revolución rusa, conocidas las 21 condiciones impuestas por Moscú y la III Internacional a los partidos socialistas, se desvinculó en 1921 tanto del PSOE como del comunismo -siendo desde entonces, por cierto, un feroz anticomunista- y no volvió a estar afiliado hasta 1929.
Araquistáin ejerció el periodismo, desde sus primeras colaboraciones en La Mañana, El Mundo y El Liberal, no como función literaria sino como análisis crítico y didáctico de la política y de la sociedad. Fue consciente de ello y escribió mucho sobre la responsabilidad moral de la función que se habían impuesto a sí mismos aquellos "hombres nuevos" que tanto necesitaba España y de ahí su gusto por la prensa de combate. Habitual en los círculos intelectuales madrileños de la Liga de Educación Política que se movían en torno a Melquíades Álvarez, Araquistáin encajaba perfectamente como periodista y como socialista en el proyecto de creación de una revista para divulgar las ideas renovadoras que empezaba a lanzar Ortega. Cuando en Enero de 1915 salga a la luz la revista España dirigida por Ortega y Gasset, Araquistáin estará entre sus colaboradores habituales, pasando a ser su director desde el 10 de Febrero de 1916 hasta el 30 de Diciembre de 1922. Desde sus páginas y como director, Araquistáin expuso abiertamente sus opiniones, desafiando la censura, enfrentándose a grupos de interés, defendiendo posiciones de amigos y enemigos políticos, con una pasión desbordada y una entrega insólitas.
Proclamada la II República, Araquistáin fue nombrado por Largo Caballero Subsecretario del Ministerio de Trabajo en Abril de 1931 y en las elecciones de Junio fue elegido diputado socialista por Bilbao. Para dedicarse a su labor parlamentaria dejó el cargo del Ministerio a finales de 1931, y en Febrero de 1932 fue designado Embajador de España en Berlín. El año que pasó en la capital del Reich, hasta Mayo de 1933, fue decisivo para la evolución de su pensamiento sobre el futuro de la República y el socialismo. Elegido diputado por Madrid en Noviembre de 1933, a través de la revista Leviatán, que apareció en Mayo de 1934, Araquistáin dará el soporte teórico para un giro revolucionario del socialismo español hacia posiciones de extrema izquierda bolchevizante.
Al poco del inicio de la Guerra Civil, en Septiembre de 1936, se le nombró Embajador de España en París, pero a partir de la crisis política de Mayo de 1937 que acabó con Largo Caballero y con su proyecto de "revolución social", dimite del cargo en la capital francesa. Sus encontronazos con los comunistas y su ruptura con Negrín, hacen que en 1939 abandone, junto con Largo Caballero y su magnífica biblioteca personal (la cual, por cierto, iba camuflada en dos ambulancias) Barcelona tan sólo cuatro días antes de que entraran las tropas nacionales del general Franco.
Luis Araquistáin tuvo un pensamiento esencialmente crítico, a pesar de que escribía mucho y muy deprisa, amaba la polémica como lo demostró sobradamente a lo largo de su vida y a ella se había entregado ya con pasión en su época de director de la revista España. Sus planteamientos, algunos de los cuales modificó con el tiempo, ponen de manifiesto su carácter de testigo de la época fascinante que le tocó vivir y de ahí, la evolución, a veces contradictoria, de sus ideas que pasaron del reformismo regeneracionista al socialismo revolucionario y de éste al socialismo liberal y democrático.
Testigo de las dos grandes crisis del período, la de la Restauración y la de la II República, Araquistáin, convaleciente de una operación de próstata, charlaba animadamente con Andrés Saborit, viejo compañero de filas y habitual contertulio de los jueves, el 6 de Agosto de 1959 sobre el próximo VII Congreso de la UGT y de la multitud de proyectos políticos y literarios que le esperaba tras su recuperación, cuando, a eso de las cuatro y media de la tarde, Saborit tuvo la sensación de que el enfermo se desvanecía. El efecto fulminante e irreparable de una embolia pulmonar acababa con la vida, hace ahora 50 años, de quien, gran devoto de la obra de su paisano Menéndez y Pelayo y de su tierra cántabra, escribiera que "la provincia de Santander es al espíritu como un baño de dulces y tibias sustancias" en la que sus montes son "como gigantes bondadosos y protectores en torno de los valles amplios, tranquilos, fecundos y deliciosos de color".